GRIS, una emoción en videojuego

Os presento mi obra sobre el magnífico videojuego de GRIS. 

Vale la pena jugarlo y admirar su animación. Un relato de 7 páginas, donde cada episodio es una pantalla. Os dejo un enlace en Youtube para que os pongáis en situación de que historia intenta explicar y como es su estética: 
https://www.youtube.com/watch?v=n5SIqW_OG9g del canal Vice En Español

El distribuidor de esta maravilla es el estudio barcelonés Nomada Studio y sus creadores Conrad Roset, Alba Filella y Ariadna Cervelló. Programadores: Roger Mendoza y Adrián Cuevas. 

Escritora de este libro/panfleto/idea/ida de olla: servidora ("Efe" Faucón). 
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Obertura

Y todo se tornó oscuro… Ni siquiera era consciente de cómo había llegado a ese mundo tan oscuro. 

La pequeña Gris ya no era tan pequeña. Había crecido a marchas forzadas y aquello, era la prueba definitiva del cambio a la edad adulta. Un cambio brusco y violento, sin anestesia. Sin comprensión ni palabras de aliento. Gris había conocido la pérdida. La pérdida de su mundo tal y como lo conocía. La pérdida de ella misma, o al menos, de una gran parte. Y las preguntas que surgían ahora en su mente, eran tan sencillas de formular como difíciles de responder ¿Alguna vez volvería a ser ella misma? ¿A recuperarse? ¿A encontrarse? O se había perdido ya para siempre.

Caminó varias lunas por un desierto. Un desierto blanco, desolado, en el cual sólo había cuervos negros y estatuas rotas. Estatuas con su misma figura, completamente fracturadas. Nada tenía color. Ni el mármol verde de esas estatuas, ni su capucha ocre desgarrada, ni sus cabellos azules, ni sus mofletes rosados, ni sus labios escarlata. Todo era blanco o negro. Como si estuviera dibujada en una viñeta a lápiz en la que los trazos son todavía torpes.  

No sentía sus pies y no podía caminar. Apenas unos pocos pasos pesados, tras los cuales, rápido perdía el equilibrio y quedaba sentada en la arena. Hasta se sentía exhausta mucho antes de decidir dar el primero.  

Intentó alzar la voz un par de veces, las cuales acababan en un suspiro ronco. Y se percató, en un instante, de que no podía articular palabra ni sonido. Había perdido su voz. Y sin todo eso, sentía que no era nadie. Sentía que todo se le había escapado.  

 


Acto I: Negación

Después de un tiempo vagando por el inmenso y blanco desierto, Gris mueve sus pies con rapidez. Quiere huir a un terreno más fértil, como si quisiera negar la existencia de ese lugar. Por qué, bien debía de haber otro sitio ¿no? ¿Realmente ella lo conoció? ¿Alguna vez había vivido en él? 

Gris recorrió terrenos yermos de un blanco roto. Caminó entre edificios y grandes cúpulas derruidas. Aún sin saber orientarse, corría sin detenerse y sin descanso. 

De repente, llegó a una gran bóveda. Y en su interior, una pequeña cadena de estrellas, que después de tocarlas, se posaron con gran fragilidad en su mano. Y miró al cielo mortecino reavivado por una tenue luz. 

El viento le insufló un aliento de vida, y sin detenerse, Gris volvió a saltar. A elevarse entre majestuosas aves, con grandes alas como alfombras. Volando en un paisaje estéril con elegancia y con lentitud sin signos de amenaza. Y Gris volvió a llorar. Y volvió a soñar con elevarse tanto como aquellos especímenes. Pero de momento, sólo podía correr y saltar tan alto como sus entumecidas piernas le dejaban. 

Y sintió esa necesidad de correr y de explorar. En su interior, algo se movía y le urgía a huir de ese desconocido lugar. Y escuchó el compás de unas notas acompasadas con su paso. La primera música que había experimentado en meses. Apenas unas primeras notas y unos tintineos de vidrios rotos que le señalaban el lugar al cual tenía que dirigirse. Ella no pertenecía a allí. No se debía demorar. 

Algo se movía en su interior. Algo le urgía a correr, a saltar, a volar, a gritar. En su pecho se abría un abismo que la engullía y la arrastraba a un territorio más cruel, que ella desconocía. Se negaba a adentrarse en él y, a la vez, notaba que su voluntad sucumbía al mismo. La misma estatua fracturada aparecía una y otra vez y se quiso refugiar en la mano derruida y enterrada para hacerse invisible, para que ese dolor de pecho dejara de partirla en dos.      

Y dejó ese desierto blanco y fantasmal para adentrarse a uno rojo devastado y furioso.  



                           


Acto II: Ira 

Y al principio se deslizó por una ladera roja a gran velocidad. Sin posibilidad de detenerse ni de detener el tiempo. Una ladera enmarcada por rocas y troncos secos totalmente inertes. En el fondo de la cual se definía un paisaje en ruinas, con inmuebles enterrados, demolidos, y grandes pirámides esculpidas con roca y arena. 

Y al final de esa ladera, cayó a un gran puente entre las brumas y el sol anaranjado del atardecer. 

Gris prosiguió su camino por el desierto, cada vez de un rojo más intenso y más oscuro. Corría rauda y veloz a través de grandes molinos que soplaban un aire carmesí violento que en algunos momentos la arrastraban, como lo hacía su dolor, que la paralizaba y la hacía retroceder. Y Gris, volvió a sentir que se le abría la cabeza en dos mitades: la del dolor y la de la lucha. Ambas dolorosas. Demasiado aún. 

Pero retó al viento, volviéndose dura como una roca. Se abrió paso entre sus continuas ráfagas, como si lo desafiara, con una mirada intensa y gran entereza. Dejando atrás las lágrimas. Dejándolas secar en ese terreno árido. Luchando por volver a un punto conocido o a un nuevo amanecer más dorado y menos cruel. 

Volvió a recoger estrellas caídas para orientarse, entre monolitos que caminaban y se enmudecían en su presencia. En la presencia de esa extraña y pequeña criatura que había irrumpido en un mundo que no era el suyo.  

Quiso gritar pero no pudo. No todavía. Solo cabía rabia, la misma con la que se abrió paso de una manera determinante llegando a una sala de cristal, donde pudo ver encarnado su dolor en diferentes espejos. Donde pudo ver los rostros de su pérdida.

Pero no desistió y siguió con gran fuerza hasta un palacio con puentes metalizados que se abrían a su paso. Había también grandes campanarios desarmados con pinturas extrañas de constelaciones ancestrales aún por descifrar. Aparecían engranajes complejos y sincronizados, como los de un reloj en su fabricación, al que sólo Gris con sus saltos pudo dar vida. Conectando las piezas y fabricando un camino que la llevaría a una gran estatua al final de su ruta. Como si se tratara de un refugio y de un punto de contacto con el mundo real. Suyo. Como si se tratara de esa constante, entre esos parajes tan mutables. 

Y así llegó el verde, la calma momentánea, el soplo de vida. Y así Gris pudo ver luz pura y volver a descifrar la naturaleza de las cosas.  



Acto III: Negociación

Gris volvió al desierto cayendo a través de una gran rama frondosa. Sólo que no acabó en aquel desierto despiadado e infecundo. Esta vez se abría ante sus ojos un gran bosque selvático de árboles geométricos con copas de un verde azulado y troncos calizos. Entre la selva, todavía podía vislumbrar las ruinas del palacio invadido por la vegetación. Y se preguntó si algún día sus ojos lo habían visto en su esplendor, pero no podía recordarlo. Gris sólo podía suspirar frente al agotamiento de estos pensamientos. No había recuperado todavía su voz y se sentía impotente, pues no podía llamar a nadie en su ayuda. 

Pero notó que no estaba sola y de entre las piedras los pequeños animalillos la miraban con cara extrañada y se escondían en la tierra en cuanto ella aceleraba el paso. Se percató de que estaba siendo observada mientras se elevaba por los árboles sombra, que cambiaban su copa siguiendo sus saltos, transformándose así en triángulos y rectángulos que aparecían y desaparecían bajo sus pies. Hasta que una manzana cayó al suelo, y un nuevo amigo se descubrió ante ella. Pronto compartieron saltos a través del bosque y de ese gran castillo oculto en la espesura. 

Cúbic era diminuto con forma y cuerpo de roca, de cara amigable, entonaba dulces sonidos misteriosos para comunicarse con el boscaje. Y cuando comió tantas manzanas como Gris le suministraba, quiso volver a casa, a la raíz del gran árbol. Pero no fue sólo, Gris lo acompañó para así conocer el secreto de la maleza y el corazón de la naturaleza. Las raíces. El interior de la vida. Los primeros brotes entre una tierra antes devastada. Y cuando vislumbró la magia escondida y el origen, Cúbic se despidió de su nueva amiga otorgándole otra estrella. La que le volvería a iluminar en su camino y la ayudaría a encontrar de nuevo la dirección correcta. 

Un encuentro furtivo y fugaz el de ellos dos que había ayudado a Gris a empezar a volar cada vez más alto. A elevarse de nuevo a ese mundo perdido que empezaba a esbozar en su retina y que quería alcanzar. 

Pero apenas su lucha había empezado. Tal como empezó a volar se vio perseguida por una oscura golondrina, que la atemorizaba con su graznido. Y voló y corrió y voló más alto, cada vez más, entre las torres de cristal para escapar. Impulsándose en el revoloteo de pequeñas avecillas. Huyendo. Hasta que descubrió que podía usar su gruñido para propulsarse y llegar a lo más elevado del campanario. Y cabalgar por el viento en su lomo, aceptando su miedo y haciéndose valer de su fortaleza para empujarse cada vez más.

Finalmente llegó al punto más prominente. Contempló las estrellas y se puso a llover. Gris vio de nuevo el Azul. 


 Acto IV: Depresión 

De entre la lluvia se erigía un castillo de cristal. Ese que había recorrido tantas veces, pero que cada vez mutaba y completaba sus estancias. Y las salas antes desmanteladas y vacías se llenaban de grandes vasijas en las cuales se escondían pequeños cardenales rojos que echaban a volar. 

A través de un pasaje en el sótano, Gris entró en un bosque oscuro, de tierra negra y flores extrañas con colores de neón. Flores que se iluminaban sólo con su toque y que llevaban a un palacio inundado. Sólo que no era otro diferente del que había dejado atrás, sino un reflejo del mismo. Como el reverso o simplemente su refracción. 

Aquello se sentía como atravesar el espejo de Alicia en el País de las Maravillas. Era el mundo que tanto había transitado, y a la vez no era el mismo. Ese mundo a la inversa que no era tampoco el suyo. Sólo la entrada a una tierra inundada, solitaria y triste. Una entrada anegada en lágrimas derramadas que formaban lagos, ríos y un océano inmenso a explorar. 

Gris recolectaba astros en estancias de hielo que trataban de  paralizarla y encerrarla en bloques de hielo. Inmortalizando cada movimiento y cada uno de sus actos. Tan duro en sus formas estáticas, como frágil al movimiento. 

Y Gris nadó. 

Se zambulló en los parajes de ese gran escenario acuático con una gran arboleda blanca con sus copas gelatinosas y cascadas imposibles de remontar. Pero Gris lo hizo, nadando tan veloz como sus nuevas aletas le permitían. Surcando arroyos y lagos en un paisaje enmarcado con pececillos tropicales y dientes de león multicolor. Y en el fondo del océano encontró la belleza del cielo que despertó a uno de sus espíritus más ancestrales.  

Y con la firmeza de aquel espíritu tortuga pudo navegar a aguas más profundas y más oscuras. Aquellas que habían estado ocultas en el fondo marino por mucho tiempo, dejaban al descubierto ahora sus misterios. 

 

Pues Gris era Luz. 



Acto V: Aceptación

Pero en esa luz aún había matices de sombras.

Y Gris volvió a luchar con su último miedo que la perseguía veloz por los mares que ya había sondeado. Tratando de atraparla en las fauces de una peligrosa y larga anguila, que a veces se dividía y, a veces, la acechaba en los rincones de los caminos angostos del paisaje de su mente. 

Y cuando volvió a vencerla y a ganarle distancia se sumió en un firmamento lleno de estrellas y de constelaciones hasta ahora nunca antes reveladas. Había salido de un mar profundo con gran tenebrosidad, a otro mar más luminoso y etéreo. 

A Gris se le reveló así un castillo que había estado en la penumbra, incompleto, enterrado e inundado. Ahora resplandecía con todo su esplendor. Un palacio hecho de luz y para la luz. Un palacio en el aire. Con una vegetación que destellaba ráfagas de luminiscencia y bellas flores rojas que se abrían al paso seguro de Gris. 

Y Gris volvió a entonar. Y por primera vez en mucho tiempo, Gris pudo gritar, pero también cantar. Y saltó y corrió. E incluso bailó en las torres efímeras que desaparecían en la noche, que Gris volvía a encender en su caminar. Pues era Luz y sus pasos firmes, antes inseguros, la dirigían a las estrellas. A un palacio inverso en el cosmos. A caminar boca abajo y desafiar la gravedad. Cantando a flores y bailando con colibríes. Cabalgando escarabajos y encantando flamencos. 

Y cuando hubo alcanzado la bóveda celeste enfrentó a su reflejo antes cruel. Lloró de tristeza. Aceptando la amargura de sus lágrimas. Los suspiros y las palabras calladas. Lo que nunca pudo decir se agolpaba en su garganta, pero por fin pudo expresarlo. 

Gris aceptó la pérdida y el sentido de la vida. 

También aceptó el sentido de la muerte. 



                     
  

CIERRE 

Cuando abrió los ojos, se encontró de vuelta al lugar inicial. Un paisaje blanco rodeado de estatuas con extrañas flores azules. Y volvió a saltar, ganando metros, hacia un camino poco certero. 

Pero algo era distinto, y es que había calma y su melodiosa voz cada vez se escuchaba de forma más clara. 

Al final de su camino, reconoció la estatua, todavía a pedazos. De pronto, como por arte de magia, se fueron uniendo todas las piezas. Y los colores empezaron a inundar el paisaje. Rojos, verdes, azules y amarillos. Luces y sombras. Lilas y rosados. Nubes y niebla. Y se descubrió un escenario mágico. Una gran mansión, sin salas ocultas ni sombrías. Todas las salas que había recorrido Gris. 

En el bosque se extendía la vegetación y en el desierto los ocasos recuperaron su color. Los días se volvieron radiantes y las noches, con un azulado pálido bañado por la luz de la luna.

Los árboles sacudían sus hojas; hojas verdes, rojas, hechas de luz, de agua e incluso de aire. 

 

Gris volvía a iluminar el mundo. Su mundo que tanto se había apagado. 

Volvió a dibujarlo en otro lienzo, y ahora sí, en él, puso todos los colores perdidos.  



FIN

BEAUTY PAGEANT ANTIFEMINISTA EN MRS. AMERICA

Crítica/ejercicio en el curso Crítica de Series con Toni de la Torre en Showrunners BCN: Critica del capítulo 1X01 “Phyllis” de Mrs. America


Podríamos decir que una de las cosas más tradicionales que tiene América son los concursos llamados Beauty Pageants (concursos de belleza). Y también podríamos decir que son una de las cosas que más endurece el discurso feminista, en primera línea actualmente. Sin embargo, la serie Mrs. America ha decidido utilizar esa imagen para introducirnos en el universo de la misma. 
Mrs America sorprende con un discurso conservador que choca con los discursos actuales del Me Too, y es que trata sobre la oposición al feminismo o mal feminismo de Phyllis Schlafly y su lucha para impedir la ratificación de la ERA (la Enmienda de Igualdad de Derechos) que garantizase la igualdad de hombres y mujeres.
Y lo consiguió, a través de sus muchas declaraciones (que hacen daño a la sociedad actual) tales como culpar a las mujeres de sufrir acoso sexual, oposición a la igualdad salarial, la defensa contra el colectivo antiabortista y en contra de los derechos de la comunidad LGTB.   


Bajo las directrices de Dahvi Waller, Cate Blanchett, con un vestuario y peinado perfecto, es la encargada de dar vida a esta activista que apostaba por los valores tradicionales. La retrata como una mujer de apariencia cálida siguiendo los cánones americanos a la vez que fría y calculadora, y una gran estratega capaz de cambiar su discurso con tal de abrir las puertas necesarias. Y es que ni siquiera Schlafly se interesó por el ERA hasta que no vio que era una entrada al mundo al cual quería pertenecer (se aprecia en la serie el momento de inflexión en el que cambia el objetivo de su discurso político).   
Pero lo que nos engancha a esta anti-heroína es su lucha interna y es que, sobre todo en gestos, parece encarnar esa contradicción entre su discurso y la desaprobación de ciertos comentarios machistas (identificables a lo largo del episodio) que la acercan a su postura contraria. Parece entonces una mujer en conflicto consigo misma, armada en vestidos color pastel y discursos crueles. 


Para acabar el capítulo, una visión general a sus adversarias feministas. Y aunque sus ideales sean los correctos, en esta ficción parece que las identificamos como enemigas, ya que ni siquiera parecen mantenerle el respeto a su rival cuando por la otra parte enaltecen el discurso de la igualdad, sororidad y respeto. Es así como Waller parece querer ponernos a nosotros/as mismos/as en contradicción, y que la realización de la mujer puede ser también la de ser una ama de casa ejemplar. Pero con su libertad de movimientos, como Schlafly


ESTEREOTIPOS QUE MARCAN LOS LITTLE FIRES EVERYWHERE

Crítica/ejercicio en el curso Crítica de Series con Toni de la Torre en Showrunners BCN: Critica del 1x01 de Little fires everywhere.

Parece que todo lo “Little” triunfa, y más, asociado a mujeres.

Eso debió pensar Reese Witherspoon, que ahora asociada con la también actriz Kerry Washington, continúa la estela que dejó Big Little Lies para adaptar la novela de Celeste Ng, Little Fires Everywhere.

En el drama y en la caracterización parece ser que “No hay nada nuevo bajo el sol” y que los personajes son dos estereotipos fáciles de reconocer. Reese Whiterspoon (Elena) interpreta en un papel similar, por no decir, a veces idéntico, que sus otras ficciones (Una rubia muy legal o la misma Big Little Lies que mencionábamos antes). Encarna a la rubia mona, con familia adinerada y perfecta a primera vista. Comprometida con causas perdidas en las que se implica torpemente por no conocerlas y aparentemente sin mucha más aspiración que organizar un club de lectura o el calendario de sus 4 hijos y el de ella misma.




Kerry Washington (Mia) hace lo propio con otro personaje típico y previsible. Es entonces la némesis de Elena; la artista, luchadora, independiente, y madre soltera afroamericana que viaja de aquí allá cargando con los prejuicios de una sociedad todavía racista en muchos aspectos.

Todo parece ser previsible, ya que el mismo guión nos explica implícitamente de alguna forma todo lo que vamos a ver a continuación. No hay por lo tanto más sorpresas de las del misterio inicial, o algunos aspectos de la vida de nuestras protagonistas para entender esas pequeñas “chispas” que encenderán ese gran “fuego” final.

Unos misterios cómodos de ver y fáciles de entender que, como apuntábamos, repiten la fórmula tan bien aprendida por Whiterspoon.

Una ficción de mujeres, para mujeres con secretos causados por aspiraciones truncadas y las relaciones que de ellas se derivan.
Un círculo muy Little con alguna que otra mentira grande.

El intrigante paso del Noroeste y el asfixiante desgarro de un Yurei en The Terror


Hace ya un año AMC estrenó una serie basada en hechos reales que pretendía incidir en los capítulos desaparecidos de la historia con un claro objetivo de mostrar su vertiente más oscura, como su título reza, la del Terror. 

De momento vamos por 2 temporadas y la verdad es que la forma de explicar estos capítulos negros de la historia nos dejan con ganas de más.

La primera temporada The Terror está basada en la novela del mismo nombre de Dan Simmons, en la que se narraba la malograda (y desaparecida) expedición del paso del noroeste o  expedición perdida de Franklin. Una expedición ocurrida en septiembre de 1847, donde dos barcos de la Armada británica (HMS Erebus y el HMS Terror), bajo el mando de sir John Franklin, van a la búsqueda del paso del Noroeste. Pero algo ocurre, y es que, en las cercanías de la isla del Rey Guillermo quedan atrapados en el hielo del Ártico.

Las condiciones de supervivencia eran extremas, con temperaturas que superan los cincuenta grados bajo cero (muertes por hipotermia), provisiones de comida escasas, el deterioro de los barcos o la llegada de enfermedades (escorbuto, envenenamiento por plomo, tuberculosis, neumonías), motines y canibalismo.  A esto se añade la extraña presencia de una  criatura bestial y misteriosa que provoca que la tripulación crea que se enfrenta a fuerzas sobrenaturales. Una criatura misteriosa, fruto de alucinaciones causadas por estas enfermedades, o por las enfermedades del alma, que seguro mermaron los ánimos y las fuerzas de los tripulantes. Tal vez, simplemente una criatura bestial que vivía en su hábitat como un depredador más.  Finalmente Franklin y sus 128 hombres perecieron.

The Terror nos muestra durante 10 episodios las penurias de los tripulantes, fruto de la incertidumbre de los mismos, y las acciones a las que son capaces de llevar a cabo para sobrevivir en condiciones tan extremas. Todo esto en un espacio muy reducido y en un paisaje estéril del que no se puede escapar. Nada nos distrae de todas las artimañas, de las decisiones o indecisiones y sobre todo del dolor. Incluso parece que el frío se cuele por las pantallas. Es aquí donde radica la desesperación, también para el espectador, que inunda además toda la atmósfera de la serie provocando que ésta se antoje pesada y con un Storyline lento.
 A lo largo de la temporada descubrimos las bajas pasiones que inundarán a nuestros protagonistas al estar confinados y amenazados por los desafíos que plantea esta malograda expedición, pero también el terror ante un ataque desconocido y feroz, de esa bestia a la que poco se ve pero provoca un desconcierto asfixiante en cuanto se intuye su presencia en pantalla.


De igual manera y haciendo gala de la misma tensión, se forma la segunda temporada ambientada en la segunda guerra Mundial y más concretamente en la horquilla de tiempo  desde los ataques de Pearl Harbor hasta la destrucción de las bombas de Hiroshima y Nagasaki.

La acción azota a una de las tantas familias de linaje japonés y residentes en América que son arrastradas por las consecuencias y las tensiones políticas a dejar su vida “pacífica” en la llamada Terminal Island, pasando por cuadras en un hipódromo y definitivamente, campos de concentración. Por si la situación de terror no es suficiente remarcable, otro tipo de terror acecha en las sombras. Y es que, Chester (nuestro protagonista), arrastra a un Yurei (o también bakemono) allí donde va él, y por ende, su comunidad.  
Este Yurei o mejor dicho, Yuko Tanabe, sembrará el terror entre ceremonias del té y barracones, sorteando a soldados americanos y la dificultad de posesión de cuerpos. Resulta sorprendente la historia de Yuko que, a veces parece ser más un culebrón venezolano que una historia de venganza. Una historia que se desgrana sobre todo en los últimos episodios de la miniserie. Y es que bien está lo que se dice de estas series de The Terror; “es de las series en donde te van descubriendo cosas en cada capítulo pero con la proeza de que no puedes completar la “fotografía” final hasta el último”.
 
Con esta sinopsis, tal parece entonces, que el atormentar a Chester y a todo su círculo, parece ser de un trasfondo más complicado y lioso que lo que se puede intuir en los primeros capítulos. Por lo tanto, una de las cosas más remarcables es que la trama no es predecible, pero tampoco es ligera; demasiadas conclusiones, demasiados misterios que sólo se revelan un poco atropelladamente al final, como decíamos. Y puede que todo encaje, puede que algunas cosas no convenzan, pero desde luego, han sabido captar el lamento desgarrador de una hermosa y aterradora Yurei, que nos deja momentos perturbadores envueltos en la contención de su kimono.

Pasar la "Euphoria" de la adolescencia con mucho Glitter


Hasta ahora, el futuro estaba en manos de la conocida Generación millenial.  

Todo el mundo quería englobarse en ésta; pues era la generación que había aprendido y transitado por el cambio tecnológico, en constante cambio y siempre adaptándose: Desde los walkman hasta los CD’s volviendo ahora a los vinilos, los disquetes hasta los USB, de los videos hasta los Blue Ray, desde cabezones (ordenadores de sobremesa obsoletos) hasta tablets, desde fijo hasta móvil curvilíneo, las idas y venidas de la moda y de las crisis.  


No obstante, aquéllos, ya empezamos a quedarnos atrás para dejar paso a las Generaciones Z y una desconocida Generación T. Generaciones que han hecho de su modo de vida el manejo de la tecnología sin saborear las cosas más mundanas como bajar al parque a jugar a la rayuela con el vecino. Ahora todo es vía conectividad sin necesidad de interactuar personalmente, y tal vez, el caos de la adolescencia que narra Euphoria sea todo esto; El crecimiento a través de pantallas, acelerado, sin consuelo y sin consejos; Las relaciones a través de fríos mensajes en el móvil; La baja autoestima medida a través de likes; Y sobre todo la soledad. Y es ahí donde se mueve nuestro personaje principal interpretado por una sublime Zendaya, nuestra ya querida Rue (la gran antihéroe de esta historia).



!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!ZONA SPOILER!!!!!!!!!!!!!!!


Euphoria nos plantea un  caos des del principio; la adolescente Rue sale de un centro de desintoxicación después del trágico episodio de su sobredosis, y en esos primeros fotogramas ya intuimos su soledad y su hastío por entrar de nuevo en ese mundo insensible que parece que ve desde fuera y que ya no entiende. Y durante los primeros capítulos, con Rue vivimos esa historia, en donde se encuentra mejor en el mundo onírico de las drogas que en su vuelta al mundo real y solitario, muy marcado por la muerte de su padre. Vivimos su ansiedad por desaparecer de un mundo más conectado que nunca y más desconocido y frío a la vez. Sólo encontrará una única conexión real que le hará apartar estas ansias de autodestruirse con Jules (Hunter Schafer), que también tendrá lo suyo.  


Si Rue es más negativa y depresiva frente al caos que vive esta nueva Generación, Jules hace todo lo contrario. Jules experimenta y se atreve con todo, aunque asuma el contenido vacío de sus experiencias. Es como si forzará su propia adolescencia de experimentar cosas para no caer en esa angustia que azota a los de su generación: como describe en su reseña Mireia Mullor, una angustia de a quién deben amar, de si tendrán un trabajo en el futuro, de si podrán pagar una hipoteca o de si llegarán a cumplir los 50 antes de que el mundo se vaya a la mierda, sea por una Tercera Guerra Mundial o por un desastre climático.

Llega un momento en que nos encontraremos un intercambio de papeles, una Rue  que se vuelve más sosegada, luchando para no consumir y ser válida, con los pies en la tierra (Gotta' be a man reza la banda sonora final); y una Jules frenética que se atreve con todo y a la que no le preocupa nada. Y, parece ser que no está ligada a nadie, ni siquiera a la importante Rue que parecía ser la única constante en su vida y algo valioso que proteger. Quizá el único brillo en un mundo de sombras inncomprensibles. 



Pero no sólo se nos muestra este complejo caos en la cabeza de Rue o de Jules: también abarcan los problemas generacionales los personajes de Maddy, anclada en un mundo machista propio de las películas de adolescentes de los ’90 (la reina de la belleza con el quaterback rico). Maddy (Alexa Demie) también tendrá que lidiar con su realidad. Nacida para brillar en los concursos de belleza y así ser aceptada, sobre todo por hombres. Maddy parece ser el personaje más superficial pero que a su vez combate en un escenario tan oscuro, tan actual y tan complejo como lo es el mundo del machismo y el servilismo. Un servilismo con claroscuros y necesario, ya que será usado como arma de manipulación a favor de que atiendan sus propias necesidades y ambiciones. Mantiene una relación tóxica con Nate (Jacob Elordi) que usa su posición de bienestar económico para manipular, no sólo a Maddy (se manipulan mutuamente) sino a Jules (extorsionándola para que no cuente sus dudas sexuales o los asuntos turbios de su padre). Nate se forma desde bien pequeño como un ser déspota que enmascara sus frustraciones y sus dudas emocionales con un sentimiento más fuerte como es el de la ira, y su demostración, la agresividad. Kat (Barbie Ferreira) se convierte en una dominatrix virtual que escondida tras una máscara experimenta un subidón de poder al someter a hombres convencida de que nunca podrá ser amada realmente. Pero por esa concepción pone en peligro una relación auténtica con su nuevo compañero de clase, por esa ceguera de ambición y ese miedo a enfrentarse a un sentimiento real. Cabe decir que es la única historia que al final nos dejará con buen sabor de boca. Y no olvidarnos de la triste Cassie (Sydney Sweeney) que se presta a las demandas de todas sus parejas sexuales para no ser abandonada lo que hace que su reputación se emborrone cada vez más.


Euphoria no es fácil de ver, podría llegar a ser incómoda. Acostumbrados a las comedias de adolescentes con narrativas infantiles, Euphoria narra algo mucho más complejo. La deriva de una juventud que no ve futuro y que está desesperada; que no haya nada que realmente le llene; con una vida amarga a pesar de sus lujos; con muchas dudas e incertezas; experimentando tal vez la crisis de los 30, los 40 y los 50 antes de tiempo; enfrentándose a depresiones y diatribas de un mundo real en el que todavía no han puesto un pie.



Levinson narra este caos de escenarios con juegos de luces y sombras poderosos a la semejanza de las luces y sombras de las mentes de nuestros personajes, y también los retuerce. Las imágenes son reflejos de sus problemas, de sus miedos, de sus viajes alucinatorios y también de sus alegrías; enmarcadas con una gran cantidad de Glitter en el maquillaje. Narrativas acompañadas con una música sublime de Labyrinth y una escena final de Rue increíble que nos deja con el corazón encogido. Y es que no sabemos bien cierto que es lo que pasa y si todo fue contado desde otro lugar más sombrío que el de la angustia adolescente. Eso sí, como decíamos, con mucha purpurina.